lunes, 30 de marzo de 2015

The third is the charm

Los días pasaron, no se si fueron muchos o pocos, el tiempo mientras vivía en Lake Tahoe nunca lo supe distinguir bien, era una suma de días, suma de eventos, una suma de horas. Algunos monótonos y otros tan cargados de cosas. 
No recuerdo exactamente la sucesión de estos hechos pero creo que fue algo así. 

Un día que andaba paseando con una amiga, corremos a tomar el bus y se baja una señora que trabajaba en el súper y me dice al pasar "hey maia, hoy un chico pregunto por vos, uno alto". No me fue muy difícil ni reconocer quién podía ser, ni emocionarme por ello. 
Al día siguiente, cuando llego a trabajar, en el Deli también me dicen "che, te vino a buscar un chico ayer" (el Che lo agregue yo, simplemente me gusta la expresión). 
La emoción se convirtió en ansias de verlo. Y los días continuaron de una manera particular, el empezó a ir todos los días al súper a saludarme, y yo empece a portar la cara más de tonta que se pueda imaginar. 
Hasta que llego un día en el que coincidimos en el bus. Como toda mujer que soy, y gracias a mis amigas, yo sabia que ese día y en ese horario lo iba a ver, no voy a decir que me produci para verlo, primero porque no recuerdo y segundo porque en invierno pongas lo que te pongas abajo, la campera siempre es la misma, y la campera no suma. 

Voy hacia la parada con muchas expectativas de verlo, pero me subo al bus, y el bus estaba vacío. No puede ser pensé, eso era una broma del destino. Pero el chofer me contó que "estábamos" esperando que llegara el otro bus para hacer una conexión o no se que. 
Me siento, en un asiento doble y espero mientras escuchaba música. Empieza a subir gente al bus, y lo veo subir a él también. Me mira, se sonríe, me saluda y se sienta en el asiento del otro lado. 
¿En serio, el bus vacío y él se sienta en otro lado? Y bueno, una nunca puede dejar los planteos histéricos de lado no? Están en la naturaleza humana. Pero solo me sonreí y seguí escuchando mi música. Empezó así el rutinario viaje de media hora al trabajo. 
Dos paradas adelante, se cambia de asiento a uno individual a mi lado. Entonces me sonreí, puede que después de todo vaya ganando pensé, porque todavía me regía por el ganar o el perder. Y cuando mas gente empezó a subir al bus, termina sentado a mi lado en el asiento libre que yo desde el principio guarde para él. Esa imagen me hizo reír y pude comprender completamente que había pasado desde el principio. No entraba en esos asientos (y si, si mide mas de dos metros). Nos reímos, siempre me reí mucho, siempre nos reímos mucho. 
Así comenzó la parte entretenida del viaje, hablamos como si nos conociéramos de toda la vida, y era la tercera vez que nos veíamos. 


Capaz hablar con desconocidos es más fácil que hablar con la gente cotidiana y rutinaria de nuestra vida. O capaz, mi vida trata de cruzarme con personas totalmente interesantes y necesarias para mi día a día, para después recordarme "vos no sos de acá", "estas de paseo y te vas", como si fuera una inmigrante constante de mis amistades. El problema no es la inmigración constante, sino la capacidad que tengo en encontrar a esa gente que me cambia la vida y no poder volver a verlas. 
Y mi otro problema esta en volver, porque puede pasar que uno vuelva cambiado, pero el lugar al que se vuelve, ese lugar nunca cambia. 
Supongo que será por eso que ahora cuando se habla de salud, no se busca volver al estado anterior. 
A los primeros días de mi regreso, alguien me dijo "y bueno, pero que bueno que volviste, porque acá es donde perteneces". Yo no pertenezco, ni acá ni a ningún lado, ni a nadie. Yo no soy algo, no soy posesión, soy alguien. Y los alguienes, no pertenecemos, los alguienes somos. 


Cuando llego mi parada, nos bajamos juntos. Bueno, yo baje sola y camine unos pasos sola, siempre tratando o pretendiendo mostrar esa supuesta independencia que me caracteriza, yo puedo sola, me escucho a mi misma gritar, caprichosa. Yo soy sola
Pero él, respetando todo el espacio que yo pretendía poner, camino a mi lado. Riendo y charlando, conociéndonos. 
Llegamos a la puerta de mi trabajo, era un día que el sol irradiaba casi tanto como yo irradiaba felicidad con mi sonrisa. 
Quiero seguir hablando con vos, ¿puedo tener tu numero? Me pide. 
Perdí mi celular hace unos días, solo me puedo comunicar cuando tengo internet. ¿Podemos hablar por Facebook?
Mmm, no lo uso. 
En un mundo caracterizado por las comunicaciones, en el país de la tecnología... Ironías de la vida...
Entonces ¿como podemos?
¿Tenes email?
¿Si? Te lo escribo... 
Mi email, se caracteriza por ser poco adulto, y aunque yo en esos días no sospechaba que el hablara español le  conté la historia de como me lo cree, dos años atrás. 
Todo tiene que ver con la frase "la tercera es la vencida", frase en la que yo ni siquiera creo, dije con una sonrisa. 
Si, nosotros también tenemos una frase para eso "the third is the charm"

Esa frase, la volví a escuchar al pasar el día que tenía que volver mientras esperaba abordar el avión. No pude menos que sonreír. No se si la vida da señales, solo puedo se decir que da regalos, y la mejor manera de agradecerlos, es con una sonrisa. 

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